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31 de Marzo de 2018.

 

Buenas a tod@s:

 

Hacía bastantes días que no entraba a actualizar el Blog con una entrada nueva. En falta la parte de tiempo me ha tenido separado de este proyecto, pero aquí estoy de nuevo. En este caso, para publicar un relato para un concurso que finaliza dentro de muy poquitos días, y que ha llamado mi atención. Se trata de un relato de menos de mil palabras (un requisito indispensable), que he tenido que acortar bastante, cosa que dicha sea de paso me ocurre con bastante frecuencia. Aun así creo que no ha quedado mal del todo. Lo comparto con vosotros, ya que además es otro de los requisitos. Es una obra con un toque de Ciencia Ficción, pero alejado de los típicos roles futuristas. Lo mejor es que lo leáis vosotros mismos y opinéis que os parece.

Os dejo con el relato y espero que os guste tanto como yo he disfrutado escribiéndolo.

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NOMBRE EN CLAVE: ESPERANZA VERDE

 

El soldado de primera Gómez notó que su estómago se removía inquieto. Por un momento temió no ser capaz de retener la cena, por fortuna solo fue una impresión. La mayor parte de su pelotón dormía. Sólo unos pocos se paseaban nerviosos de un lugar a otro ante la inminente marcha. Se sentó apoyando su espalda sobre la dura y fría tierra, mientras respiraba despacio con la esperanza de que las arcadas se convirtieran en un recuerdo. La máscara sobre su rostro apretaba demasiado, lo que no mejoraba en nada la situación. Por si no fuera poco, llevaban dos días dentro de aquella trinchera, rodeados de arenisca y gravilla a varios metros por debajo del suelo. Aquello era lo más parecido que se le ocurría a estar enterrado en vida. Intentó apartar esas ideas de su mente. Luego se dejó caer deslizando los riñones sobre el duro suelo, y apoyó su cabeza sobre el petate improvisando así una almohada sobre la que intentar descansar.

Mientras tanto al otro lado de las trincheras un centenar de hombres permanecían agazapados en la oscuridad. Por fortuna les protegía la sombra de una noche sin luna, ya que el paisaje que les rodeaba otorgaba pocos recovecos en los que guarecerse. Tan solo algunos montículos de tierra y varias elevaciones de roca les salvaban del alcance directo del fuego enemigo. Chen era uno de los elegidos para realizar aquella misión suicida. Era un hombre no demasiado corpulento, que a pesar de haber superado la edad de cuarenta años todavía se encontraba en bastante buena forma. Llevaba luchando desde que comenzara el conflicto a raíz de aquel asombroso descubrimiento. Gracias a su ingenio y no escasa inteligencia, se las había apañado para sobrevivir en todo ese tiempo. Las órdenes eran claras y la retirada no era una opción. Avanzaron uno metros más. A su alrededor se abría una extensión descarnada y estéril, totalmente carente de vegetación. Sobre el terreno había huellas, ahora en parte borradas por la acumulación del polvo continental del cauce de un río profundo y ancho del que ahora solamente perduraba el recuerdo. Descendieron por una ribera yerma y en el otro extremo donde volvía a subir el terreno pararon a descansar. A unos escasos cien metros divisaron las luces que anunciaban la presencia del enemigo…

La primera detonación despertó de su letargo al soldado Gómez. Por un momento se sintió aturdido, pero la confusión duró poco. Los habían cogido por sorpresa. Enseguida sonó el inconfundible sonido de las segadoras. Un estruendo demasiado cercano, le obligó a activarse. Varias granadas químicas habían producido un incendio que arrasaba con todo cuando entraba en contacto. Indiscriminadamente destruían objetos o tejido vivo por igual. El efecto era similar al napalm usado en las guerras que había estudiado en los pocos libros de historia que quedaban. Mientras tanto, muchos de los compañeros comenzaban a recomponerse y ya se asomaban desde las trincheras para descargar ráfagas hacía la oscuridad, buscando así acabar con sus agresores. En un momento de lucidez alcanzó a comprender que el ataque había sido astútamente planeado. Había sido simple pero efectivo. No sabía que daños había ocasionado el ataque, pero sin duda las bajas debían de ser muy numerosas.

Sus compañeros seguían disparando a la nada, intentando hacer blanco sin demasiado éxito. Pasaron varios minutos cuando una bengala trazadora ascendió por encima de sus cabezas. Fue entonces cuando los vieron. Como guerreros de otros tiempos avanzaban silenciosos hacía donde se encontraban. Cubiertos por un polvo grisáceo, parecían fantasmas de combatientes olvidados en un pasado del que habían vuelto para terminar con su misión. No tuvieron tiempo de reaccionar. Los asaltantes saltaron sin piedad contra las defensas. Chen iba a la cabeza fusil en mano, disparando sin preocuparse de acertar en el blanco. Muchos le seguían de cerca. Se acercaban a gran velocidad, como si un halo celestial los protegiera y no temieran ser abatidos. Desde las trincheras la respuesta fue inmediata y comenzaron a salir a campo abierto en dirección al encuentro del enemigo, como si imitaran de alguna forma la oleada que se acercaba. Gómez siguió el ejemplo de sus compañeros. La razón fue apartada y sustituida por  rabia y algo más que algunos habrían catalogado como coraje. Otros en cambio lo habrían llamado estupidez. A través de las máscaras les llegaba un olor mezcla de la combustión de los gases incendiarios y el dulzor metálico de la sangre y los cuerpos carbonizados. Unos pocos metros los separaban. Los disparos se sucedían y los cuerpos caían golpeando el yermo manto bajo sus pies, un suelo estéril del que no volverían a levantarse jamás. Cuando al final ambos bandos chocaron, se estableció una lucha encarnizada. Las armas de fuego fueron sustituidas por porras y cuchillos. La locura reinó sobre la razón y la sangre tiñó la tierra dotándola incoherentemente de nuevo de vida. Gómez blandía el cuchillo, cortando y apuñalando. Chen golpeaba con furia con una maza dentada, arcaica pero brutalmente efectiva. La ley del más fuerte, rasgo innato y animal, había vuelto a intentar imperar y una vez más había vencido frente al raciocinio. El ser humano en lugar de unir fuerzas por un bien común había optado por enfrentarse egoístamente para obtener su propio beneficio. Ambos bandos esperaban obtener la victoria, sin embargo la realidad era bien distinta.

A kilómetros de distancia, otra batalla había tenido lugar. Lejos quedaba la contienda acaecida junto al lecho del desaparecido río Amazonas. Ambos bandos habían enviado más tropas hacia el objetivo clave de la contienda, provocando un conflicto que había sido igual de cruento, más si cabe debido al derroche armamentístico allí empleado. Pero el resultado, a veces impredecible, dio un giro al marcador con un final inesperado, ya que una de esas armas que creían que les daría la victoria fue su perdición.

 

Una detonación no controlada había hecho trizas la última esperanza de la humanidad…

…el último árbol de la tierra por el que inútilmente se enfrentaban, había sido destruido.

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Para finalizar os dejo el enlace al concurso, ya que estoy seguro de que a muchos os resultará interesante.

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Esto es todo por hoy.

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Muchas gracias a tod@s como siempre por estar ahí.

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Que tengáis felices pesadillas.

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