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01 de Abril de 2018.

 

Buenas a tod@s:

 

Creo que hoy es la primera vez que publico dos días consecutivos en la corta vida de este experimento/Blog. Puesto que últimamente no dispongo de demasiado tiempo, me gustaría compartir en esta ocasión un microrrelato que escribí hace un tiempo y que espero sea de vuestro gusto. Si no, al menos me conformo con que os entretenga el tiempo que tardéis en leerlo, que por su longitud temo no será demasiado. Os dejo  con él:

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EL REGALO DE CUMPLEAÑOS

           

El señor Goviani era una persona muy trabajadora y reconocida en su pueblo natal, en el cual había heredado el oficio que generación tras generación habían realizado su padre, y a la vez el padre de su padre. Era un vecino muy apreciado y todos alababan el gran trabajo que realizaba, el cual era preciso y meticuloso hasta límites insospechados.

Esa tarde, como cada veinte de abril, había cerrado la tienda más pronto de lo habitual. Ese día era el cumpleaños de su hija y dedicaría toda la tarde a trabajar en la más bella muñeca que su pequeña princesa pudiera soñar. Se afanó como siempre en confeccionar primero un cuerpo compacto y resistente, para el cual usó varios pedazos que había ido recopilando. Con mucho tesón y paciencia fue uniendo las piezas de una forma exquisita. Apenas se apreciaban las costuras que unían los brazos y las piernas al torso. Cuando hubo terminado, se afanó en pintar delicadamente el rostro de manera que con sus pinceladas parecía hacerlo cobrar mágicamente vida. Una vez realizada la tarea más complicada peinó sus cabellos dorados como los rayos del sol y le puso un vestido que guardaba en un armario cerca del banco de trabajo. Cada año que pasaba conseguía un parecido mayor y más realista. Estaba seguro de que a su hija le encantaría. Una vez terminada su obra, subió a la habitación donde descansaba la niña. Retiró con dulzura las sábanas que cubrían su cuerpo y la apartó con delicadeza poniendo en su lugar la muñeca que acababa de confeccionar. Sostuvo a su hija en brazos casi sin esfuerzo. Tras todo un año estaba reseca y acartonada debido al intenso calor del verano. Cerró la puerta y salió cargando con el cuerpo que pesaba poco más que un fardo de heno a medio llenar. Una vez estuvo detrás de la casa, echó el cuerpo a la fosa en la que comenzaban a descomponerse los restos de los niños que había usado para confeccionar el mejor regalo que una hija muerta podía desear: un cuerpo nuevo en cada cumpleaños.

 

Esto es todo por hoy.

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Muchas gracias a tod@s como siempre por estar ahí.

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Que tengáis felices pesadillas.

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